viernes, 28 de septiembre de 2007

Lo sencillo es lo correcto

ANDRESNIPORESAS

Lo sencillo es lo correcto.
Aunque veo cierta inactividad, se me ocurre que hay algunas reglas sencillas que no debemos olvidar cuando escribimos. Y tenerlas en cuenta cuando valoramos un relato. Voy a atreverme por si alguien quiere ampliarlas o mejorarlas.
Elegir palabras cortas y sencillas, mejor que palabras largas y cultistas. Ej. Aproximativo, por aproximado.
Evitar palabras comodín, genéricas. Ej. El árbol está lleno de frutos. Mejor: El manzano tiene olorosas manzanas.
Preferir las palabras concretas a las abstractas. Ej. Los problemas del sector. Mejor: los problemas de la hostelería.
Evitar los verbos modales y las construcciones pasivas; lo que se pueda decir con un verbo en forma dicrecta mejor que buscar el modismo. Ej. Ha sido negativo para el campo. Mejor: Es negativo para el campo.
Evitar las repeticiones y las muletillas. Ej. A nivel de los primeros auxilios. Mejor: Los primeros auxilios.
Huir de los pronombres personales al inicio de párrafo o frase. Ej. Yo creo que... Mejor: Creo que.
Evitar los adverbios en mente. Ej. Antiguamente comían más sano... Mejor: Antes comían más sano.
Y así otras normas evidentes.
Que ustedes sigan bien a nivel de salud.

26/08/2007, 20:20

El ritmo, la sonoridad en el relato

ANDRESNIPORESAS

El ritmo, la sonoridad en el relato.
Hace días tuvimos una pequeña discusión sobre los adverbios terminados en mente. Dimos el dato de que Gabriel García Márquez los evita. Hoy, meditando sobre los relatos, nuestros relatos, he tropezado con el ritmo, con la sonoridad. Y he pensado que el motivo por el que un adverbio en mente es odioso para GGMárquez es por culpa de su doble acentuación.
El adverbio de modo frecuentemente tiene dos acentos y rompen la sonoridad del texto, rompen su musicalidad. Y Gabo que lo sabe, los evita.
Veamos. Un texto tiene acentos prosódicos y ortográficos (tildes). Colocados estratégicamente dan a la lectura un ritmo y una sonoridad. Si queremos dar la sensación de que la acción es veloz, rápida, nunca utiliaremos palabras cuatrisílabas; más bien monosílabas o bisílabas, para provocar que los acentos queden cercanos y así provocar un ritmo, una cadencia veloz.
Si tenemos la paciencia de sustituir una palabra por una serie de oes (ooó) y la ó con tilde que sea la que sustituya a la sílaba tónica, podremos comprobar si nuestro escrito tiene o no un ritmo. El ritmo, se quiera o no es repetición, cadencia.
Los antiguos ya lo sabían y en los versos grecorromanos ya existen los nombres que definen los llamados "pies". Aquello del dáctilo, yámbico, troqueo, etc.
Veamos el inicio del Quijote. "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme". Transcripción rítmica: oooó ooóo o óo óo o óo ooóo. Y si contamos las sílabas tendríamos dos períodos: En un lugar de la mancha = 8 sílabas. De cuyo nombre no quiero-a cordarme =11 sílabas.
Es decir, Cervantes usa una combinación de octosílabos y endecasílabos para el inicio del Quijote. O sea: busca un ritmo, una cadencia, una secuencia.
Quizá esto sea una erudición tonta, pero hay textos que se leen bien porque tienen musicalidad y otros son unos pelmazos. Ya lo dijo Pitágoras: todo es música, todo es matemática.

Ya viene el cortejo / ya suenan los claros clarines. (música total).


25/08/2007, 13:15

Elementos de un relato

Puestos a analizar los relatos creo que hay que distinguir los cuatro elementos que según dicen componen una narración. Los núcleos, las secuencias, las informaciones y los indicios. Si no hay un buen núcleo no hay relato.

[...] Voy a meterme con mi propio relato.
El núcleo pudo ser algo bobo: un lugar extraño con unos extraños sucesos. Como esos sucesos son más sobados que los sobaos pasiegos pues mú mal.
Exceso de información, demasiado cuidado en dar detalles que no afirman el núcleo porque son sólo unidades en sí sin que sean palos que aguanten el núcleo narrativo.
Los indicios no encajan en el resto y no ayudan a avanzar el relato, mejor dicho, son datos que desaparecen y que no se "utilizan" posteriormente para redondear el texto.
Abuso de informantes: ¡es el pecado de los novatos! Lo queremos decir todo, que no se nos escape nada y el resultado es el ya visto. Un relato muy adornado y poco condensado; un tronco de árbol delgado y mucho ramaje.